martes, 4 de marzo de 2008

Carmen



A los 16 éramos dueñas del mundo y "la sociedad nunca iba a tocarnos".
Fue la primera y tal vez la única mujer a quien le he dicho que la amo (además de mi hija), y aunque aprendí, desde esa edad, que a los amigos también se les ama, las barreras de la cultura y la adultez me han impedido volver a decirle eso a ninguno de ellos.
Soñábamos juntas con nuestro futuro, con lo que estudiaríamos y cómo íbamos a vivir; hacíamos planes en los que superábamos las adversas circunstancias que nos rodeaban. Leíamos, mucho e incansablemente, quizá como un modo de escapar a otras tierras, a mundos de ficción quizá más amables con un par de adolescentes que sentían que no pertenecían a este mundo ni a esta sociedad. Y también escribíamos, en cualquier parte y cada vez que nos salía del corazón, de la rabia, de los amores contrariados, de los amigos, de tantas cosas... De todo aquello que escribíamos sólo me queda la agenda. Esa pequeña agenda de 1970 que encontré abandonada en un desván de la Sociedad San Vicente mientras alfabetizábamos. En esa agenda, que tenía el valor de ser mucho más vieja que nosotras, se escribieron muchos de mis sueños, frases suyas y de Olga, las canciones, las citas de libros, las fotos... En ella dimos forma a nuestros nombres literarios (Samanta Caelbean, Cristina Tolugo y Danielle Silcammó - Los apellidos contienen "ingeniosamente"un anagrama de nuestros nombres-), nombres que en un futuro identificarían a nuestro propio movimiento filosófico: El mierdismo, del cual quedaron, en nuestras mentes, incontables volúmenes enciclopédicos en donde se exponían con claridad los pilares de tan innovadora corriente filosófica.
Salir en las tardes del colegio era una aventura en la que íbamos por las calles del centro de la ciudad, las iglesias, los museos, las exposiciones de pintura, o las películas gratis en Comfama San Ignacio. Otras veces el recorrido nos llevaba a caminar por las viejas casas del barrio Prado, sólo para disfrutar de su arquitectura y soñar con que algún día viviríamos, ojalá juntas, en una de ellas, cuando no en la codiciada casa de los Barrientos en la avenida La Playa. Recorridos que terminaban muchas veces en el planetario municipal en una presentación de "El cielo esta noche". Otras veces, sólo nos quedábamos en el colegio, sentadas en sus corredores, hablando de mil cosas, como de nuestro programa favorito: Zoociedad, o de la vida, o de los libros que leíamos; soñando, o peleando con la vieja empleada del aseo que nos identificaba, entre otras cosas, porque yo tenía unas medias verdes con bolas amarillas y Carmen unos anarquistas tennis converse negros; o también tratando de conquistar a esos hombres un poco mayores para nosotras que trabajaban en las oficinas del colegio. La vida entonces era emocionante... Terminar cada día era alcanzar la victoria, era haber logrado mantenernos inmaculadas de la sociedad absurda en la que habitábamos. Fito, Silvio, Pablo, Rubén Blades completaban el cuadro, aportando la banda sonora de aquellos días, y que alimentaba también nuestras ideas y nuestros sueños.
Llegar en las mañanas al colegio era la emoción de vernos y de ver a nuestras compañeras, de reirnos, de rebelarnos contra los profesores; era compartir la arepa con huevo de Olga o juntar monedas para comprar algo en la tienda; era escapar de clase para ser libres; era construir el mundo y creer que podíamos transformarlo.
Un día, después de dos años en la educación media vocacional, nos graduábamos por fin del colegio. Pero eso no iba a separarnos, nuestra amistad era fuerte y estaba a salvo de cualquier impedimento...
Nuestras vidas siguieron su cauce, Carmen entró a la universidad primero que yo; mientras, me casé y tuve una hija, luego ingresé también a la universidad...han pasado años, han pasado muchas cosas, nos hemos alejado en el tiempo; circunstancias no gratas han hecho que siguiéramos rumbos muy distintos...
Hoy, -después de algunos años de no hablarnos- Carmen ha dejado un comentario en este blog , y entonces han venido a mí recuerdos de momentos hermosos de antaño, he vuelto a hojear la agenda, he tratado de recordar quien soy y he desenpolvado del baúl mis sueños...
Ahora, al recordar a Carmen no siento rencor, ni rabia hacia ella, sólo un poco de dolor y de nostagia por habernos perdido estos años en la vida de cada una, por haber permitido que nuestra invulnerable amistad cediera ante el primer ataque real de la vida. Pero supongo que será la vida misma la que se encargue de mostrarnos si a pesar del tiempo y el silencio sea posible dar play de nuevo a esta historia de una amistad.
Para finalizar este post, la letra de una canción que siempre me recuerda a Carmen y lo que era nuestra amistad.


Tú por mí
Cristina y los subterráneos

Hace tiempo tuve una amiga a la que quería de verdad.
Una princesa que andaba a dos pasos
de sus zapatos de cristal
Compartíamos una casa
al otro lado de la ciudad
Le hicimos un sitio a mi mala suerte
y a sus pocas ganas de acertar.

Tú por mí, yo por ti.

Iremos juntas donde haya que ir.

Tú por mí, yo por ti.

Iremos juntas sólo por ir.


Un día oscuro nos dio por andar

donde los malos tiran y dan

y siempre hay alguno con porquerías

siempre hay un día que levantar.


Mucho cuidado con los cocodrilos

vienen despacio y nunca los ves.

Se la comieron sonriendo tranquilos

yo me di cuenta y me fui por pies.


Tú por mí, yo por ti.

Iremos juntas donde haya que ir.

Tú por mí, yo por ti.

Iremos juntas sólo por ir.


Pienso en ti, donde estés
y si vuelves alguna vez

Nos reiremos de este mal sueño

con una taza de café.


Yo que estuve en el lado salvaje

digo que nunca pienso volver

Hasta Lou Reed se pasea con traje

y llama a su novia desde el hotel


Tú por mí, yo por ti.

Iremos juntas donde haya que ir.

Tú por mí, yo por ti.

Iremos juntas sólo por ir.