A continuación reproduzco la nota publicada ayer 12 de abril por el periódico El Colombiano, de la ciudad de Medellín, sobre la muerte del poeta antioqueño Mario Rivero.
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Confesiones, reflexiones, mi vida expuesta...en rosa
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(De confrontar).
1. f. Careo entre dos o más personas.
2. f. Cotejo de una cosa con otra.
3. f. Acción de confrontar (‖ ponerse una persona frente a otra).
Por ningún lado se menciona pelea, la cual a su vez es definida así:
(De pelo).
1. intr. batallar (‖ combatir o contender con armas).
2. intr. Contender o reñir, aunque sea sin armas o solo de palabra. U. t. c. prnl.
3. intr. Dicho de los animales: Luchar entre sí.
4. intr. Dicho de las cosas, especialmente de los elementos: Combatir entre sí u oponerse unas a otras.
5. intr. Resistir y trabajar por vencer las pasiones y apetitos.
6. intr. Dicho de las pasiones o de los apetitos: Combatir entre sí.
7. intr. Afanarse, resistir o trabajar continuadamente por conseguir algo, o para vencerlo o sujetarlo.
8. prnl. Desavenirse, enemistarse, separarse en discordia.
Y entonces resulta que en nuestros contextos socioculturales, si uno se expresa franca y abiertamente es una persona "peliona" o conflictivay si confronta a otro frente a un evento cualquiera y manifiesta su inconformidad ya está poniendo problema.
Tan inmersos en los estereotipos de nuestra sociedad, en las "confrontaciones" armadas de los grupos violentos y cosas por el estilo, parece que no se viera la verdadera esencia del conflicto, hemos olvidado que un conflicto en realidad debería permitirnos crecer, aprender, construir. Nos acostumbramos al conflicto que destruye y entonces nos volvimos reacios a enfrentarnos, a hablar, a expresarnos, a confrontar nuestras opiniones con las de los demás, nos da miedo una confrontación real que demande pensar en un discurso, argumentar y exponer razones convincentes...
¿Será que sí es así?
Miércoles, 20 de junio
Es un orgullo para mí ser egresada de la mejor universidad del mundo:
Desde que recibí mi muy luchado diploma de pregrado, hace poco más de un año (algún día contaré esa historia), creo que han sido contadas las ocasiones en las que he ido a la universidad y si lo he hecho ha sido por breves momentos.
Aprovechando las vacaciones de mitad de año (una de las pocas ventajas del ejercicio docente en este país) asistí hoy con mi amiga Erika a un evento que programó la facultad de comunicaciones llamado “II Jornada sobre el lenguaje”, de 8:00 a.m. a 12:00 a.m. Fueron charlas y conversatorios de temas tales como la interpretación, la neurolingüística, propuestas curriculares… a cargo de excelentes profesionales tanto del área del lenguaje, como de la medicina, la psicología, entre otros.
Lo relevante de este hecho, es que de a poco, al comenzar a ver rostros de profesores muy queridos, al sentirme de nuevo en el ambiente de MI universidad, comencé a sentir un poco de nostalgia. A extrañar ese hábitat que no es igual en ninguna otra parte. Comencé a recordar a esos profesores excepcionales con los que tuve clases (a los malos mejor los dejamos de lado) y entonces vi a Hernán Sepúlveda. Hernán es quizá la persona por la que siento mayor admiración y respeto intelectual, es un sentimiento casi indescriptible el que me produce este profesor, aunque nunca se lo he dicho. Recibí con él, para mi fortuna, dos cursos, uno de poesía colombiana y otro de poesía latinoamericana, el segundo acompañada en muchas ocasiones por mi hija que en aquel entonces contaba con cuatro añitos, pero que sabía comportarse a la altura de las clases, y a la cual Hernán trataba con dulzura. También estaba allí Víctor Villa, mi profesor de lingüística III y de sociolingüística, con su sarcasmo inteligente, su humor ácido y su “tiradera de piedra”…El otro encuentro afortunado fue con mi profesora de introducción a la literatura y de seminario de teoría literaria sobre semiótica, Ángela Betancur, a quien también admiro muchísimo y con quien desarrollé una gran empatía, la que me felicitó en público por mi “análisis semiótico del cuento la forma de la espada de Jorge Luis Borges”. Creo que no la veía desde mucho antes de graduarme y la alegría del encuentro fue mutua.
(Curiosamente, ahora que pienso en esto, con los tres profesores que mencioné recibí dos cursos respectivamente)
Al terminar la jornada, una hora y media más tarde de lo previsto, nos fuimos a almorzar al Parque de los deseos (aunque yo habría preferido ir a la cafetería de deportes o a “Hello Kitti” para recordar los tiempos de estudiante), acompañados del jefe del departamento de lingüística y del último ponente, el doctor Francisco Lopera que habló sobre neurolingüística. De algún modo, como lo predijo Erika, este evento se convirtió en una especie de vitrina, pues al terminar el almuerzo fuimos invitadas a formar parte de un proyecto de investigación en gestación sobre semiótica y del cual no adelantaré mucho por ahora.
El balance del día fue muy bueno, en todos los sentidos: volver al alma mater, recordar esa época maravillosa de estudiante, pasar casi el día entero en
Regresé a casa con una enorme sensación de satisfacción que hace rato no sentía.
Ahora sólo me queda esperar que el impulso me dure y que la ciclotimia no se asome por estos lados a bajarme de este excelente estado de ánimo.
Martes 19 de junio.
Salí de compras y a pagar cuentas. Desde hace días quería una hamaca para ponerla en mi sala (que a futuro lucirá una linda decoración costeña) y éste era el día. Después de "huequiar" como denominamos en buen paisa a ir de compras al sector de sanandresitos llamado El hueco, me dirigí a la calle Junín llegando al parque de Bolívar, a Mi viejo pueblo, un pequeño centro de artesanías al que acostumbro ir. Ya había preguntado por las hamacas y sabía exactamente a qué almacén dirigirme, pero al pasar por el corredor de dicho lugar, vi a mi izquierda otro almacén de hamacas y artesanías indígenas en el que no me había fijado antes. Se encontraba en él sólo un hombre delgado, no muy alto pero tampoco bajo, de tez morena, pelo lacio, de rasgos con una mezcla entre indígena y blanco, en conjunto agradable; al preguntarle por las hamacas no sólo me dijo un precio muy razonable, sino que me atendió con una gran amabilidad, me contó la procedencia y características de los productos que exhibía y me habló un poco de su cultura, la arawak.
Luego de hacer la compra, al despedirme, me miró a los ojos y como si leyera en mi rostro las páginas de un libro, me dijo que se veía que yo era una buena persona pero que se percibía una enorme tristeza en mí, algo que no me dejaba en paz y que debía enfrentarlo para poder llegar a la plenitud.
Salí de allí un poco turbada por sus palabras. Soy, en la mayoría de las ocasiones una mujer muy racional y mientras regresaba a mi casa pensaba en sus palabras; sé que no eran de zalamería, ni de cortejo, ni una estrategia de venta, pues ya había hecho la compra. Tampoco creo en hechicerías ni en embrujos, ni carajadas de esas. Pero sí creo que en el universo ocurren cosas que se escapan al entendimiento o a la razón, que hay personas que pueden ver más allá de lo exterior...
En fin, de cualquier modo me pareció interesante y bonito lo que me ocurrió y cierto o no, pues me puso a reflexionar en el estado de mi vida, en cuál es la ruta de este viaje que no sé hasta dónde llegará, pero que como sea quiero que sea más agradable.
P.D. de cualquier modo este jueves vienen a colgarme la hamaca y eso me hace muy feliz.